Tuvo más de una docena de motos y ahora maneja una 1200. Nunca se compró auto y le encantan los desafíos off-road. X A.F.
Fue la única mujer que se animó a competir en la selección de los participantes argentinos para el International GS Trophy, un evento de aventura off road organizado por BMW en el que los motociclistas son sometidos a exigentes pruebas que requieren de un alto rango de habilidades físicas, grupales y de conducción. Primero se hace la evaluación local y luego la final es en un país diferente cada año.
Para Karina Bernard se trató de uno de sus mayores desafíos sobre una moto aunque no clasificara para la final. “Fue la demostración que las mujeres podemos subirnos a una moto grande y competirle de igual a igual a los hombres”, asegura con convicción.
Anécdota: en una de las pruebas de habilidad se cayó de la moto. Le dolía un poco el brazo pero siguió participando. Cuando terminó se enteró de dos cosas, que no había clasificado y que se había fracturado el húmero.
Oriunda de Puerto Deseado, Santa Cruz, se subió por primera vez a una moto a los 7 años y ya nunca más se bajó. En la actualidad tiene una moto y media (una compartida con su novio noruego) pero nunca en sus 44 años de vida se compró un auto. Y no le interesa. “Si ahorro dinero prefiero comprarme una moto más moderna pero no un auto”, afirma convencida.
El responsable de la pasión de Karina fue su hermano, Jorge, quien de chiquita la hacía derrapar con el triciclo y luego la subió a su Gilera Macho, “aunque no llegaba a los pedales”, cuanta con una sonrisa. Y confiesa sin complejos: “Mi hermano me desafiaba y yo quería demostrarle que podía”.
La lista de modelos que manejó y que tuvo como propios es larga y variada. Su primera moto fue un scooter Zanella de 50 cc, a los 12 años. Y luego se sucedieron Zanella JR 200, Gilera Macho 200, Honda CG 125, Honda Transalp, Honda CB 900 Custom, Suzuki GS 450, DKW 125, Honda CBR 600 F3, BMW F 650 GS, BMW 1200 GS, BMW 1200 GS Rally (la actual) “nadie me la regaló. La compré con mi plata”, sostiene orgullosa, y también una BMW R nine T (a medias con su pareja).
“Creo que hay que conocer la personalidad de cada moto. Son como las personas, hay que congeniar”, analiza.
Curiosamente, a Edvard no lo conoció arriba de una moto sino por su actividad comercial con una empresa noruega que distribuye Omega3 en América Latina. Pero, como prueba de amor, el muchacho accedió a comprar a medias la moto para andar con ella.
“Me encanta la dualidad del on/off, salir de viaje con mis amigos por ruta pero también me fascina descubrir lugares perdidos por caminos de ripio o tierra. Me divierte mucho el desafío de lo ingobernable sobre lo desconocido”.
Si bien no le tuvo miedo a la experiencia de la competencia con los hombres reconoce que ante una pinchadura “prefiero que un caballero se acerque y resuelva el problema”, sincera con inequívoca actitud femenina.
Lo que me seduce de la BMW nine T es el motor, soy fanática del bóxer y me encanta el estilo clásico de la moto pero con un motor mejorado. Es una moto que te invita a acelerarla y a dominarla en curvas.
Para las mujeres que se inician les recomendaría que traten de encontrar la moto con la que se identifiquen. Creo que la moto es una prolongación de cada usuario y es bueno sentirse cómodo con un elemento que vas a usar todos los días.
Mis próximos desafíos son, hacer la Ruta 40 y enseñarles a las mujeres a andar en moto.
“A partir de ahí la moto me entró en las venas y no conozco la vida sin moto” confiesa sin tapujos.