Luce frágil. Y su cuerpo, delgado, no desmiente la apariencia: 1,57 de altura, 48 kilos. A cara lavada su rostro muestra menos años de los 35 que tiene. Su expresión siempre es sonriente y su actitud tranquila. Pero la historia de Guadalupe Aráoz va desmintiendo paulatinamente su debilidad superficial. Como carta de presentación tiene una férula en la mano izquierda –para cubrir una fractura-, muestra una cicatriz en el hombro del mismo lado –“dos operaciones por rotura de clavícula”- y cuenta de una seria lesión en una rodilla. Sus heridas de viaje.
Hija única, nieta de un diputado salteño, tras la primaria estudió en un colegio técnico en Punta Indio. A los 18 se fue a vivir sola. Inquieta, hizo cursos de guion cinematográfico y de literatura, estudió Economía y durante un par de años trabajó en el mercado de capitales. “La verdad no era para mí, confiesa. Yo hacía que gente que tiene mucho dinero tuviera más y por ende había alguien que tenía menos, el sistema financiero es como ir al casino. Además, no me pagaban mucho. Lo que pedía a cambio era tener un mes de vacaciones para poder viajar”.
Pero no le iba mal, tenía su departamento y estaba por comprarse un auto 0 km. “En realidad me aburría, llegó un momento en que no quería ir a trabajar”, recuerda sin nostalgia.
El click fue en junio de 2012 en un viaje a Grecia, Jordania e Israel. Allá conoció gente que se la pasaba viajando con poca plata y se la rebuscaba haciendo trabajos que le gustaban. Al regreso renunció a los mercados de capitales, y a los pocos meses hizo un viaje a China y al sudeste asiático “por tiempo indeterminado”.
En Indonesia tuvo una caída en la calle y se rompió un pie. “Usaba muletas pero era muy difícil recorrer. Entonces una amiga me recomendó que alquilara una moto sin cambios (un scooter). Sin saber manejar me subí y salí andando. Ahí me di cuenta que amaba la libertad que me daba la moto y decidí que ese sería mi medio de transporte para recorrer el mundo”.
En Camboya tuvo su primera caída grave (clavícula y rodilla). Casi un año de recuperación en Buenos Aires y vuelta a salir, esta vez con moto propia, una Honda XR 125 L, para recorrer América hasta Alaska durante un año.
¿La financiación del viaje? Un par de patrocinadores argentinos y la venta de notas y videos a medios de viajes y charlas sobre su experiencia. “Vivo con 300 dólares por mes, la mayor parte se va en combustible y comida. Suelo dormir en carpa, motoposadas o casas de familia”.
Ya con el claro objetivo de recorrer el mundo en moto, Guada encaró hacia España, Inglaterra y Africa, esta vez con una Honda NX 250 Dominator, de 1990. En Marruecos se hizo amiga de Kimie, una chica brasileña que también andaba en moto y juntas siguieron viaje hasta que en enero pasado tuvo un accidente
en Liberia donde se lastimó ambas manos.
Y otra vez recuperación en Buenos Aires. “Espero curarme para seguir viaje. Siempre fui nómade, creo que viajar es aprender a vivir y con la moto soy parte del paisaje”.
hermosa mujer, que ganas de acompañarte en tus viajes