Por Alejandro Fischer (enviado especial a Termas de Río Hondo)
Cuando Valentino Rossi lo pasó a Andrea Dovizioso en la última vuelta del Gran Premio Motul de la República Argentina, en el autódromo de Termas de Río Hondo, después de perseguirlo durante toda la carrera, la tribuna que lleva su nombre, al final de la recta principal, explotó en una sinfonía desenfrenada de gritos, colores azules y amarillos y números 46 que volaron por los aires.
Admiración, devoción, reconocimiento, idolatría, fanatismo, amor. Esto es lo que Valentino Rossi despierta en el público argentino desde que en 2015 ganara la edición de ese año del MotoGP en el circuito santiagueño. Pero esos sentimientos no son sólo argentinos. Desde sus comienzos en el motociclismo “Il dottore” los ha generado en cuanto país ha pisado para correr gracias a su carisma, estilo espontáneo, irreverente, desenfadado, y sumamente expresivo tanto en el discurso como en sus gestos.
Aquella vez del ’15 subió al escalón más alto del podio con la camiseta de la selección argentina de fútbol con el número 10 en la espalda y el nombre más representativo de ese número, el de Maradona. Con ese gesto se terminó de meter al público argentino en el
Incluso, la devoción al piloto italiano, 9 veces campeón del mundo en distintas categorías, llega a situaciones poco comunes. En 2016 se instaló una estatua de él y su Yamaha en el ingreso al autódromo de Termas, obra el artista uruguayo Joaquín Arbiza. La escultura, en actitud de competición, tiene casi 9.000 piezas de chatarra y unos 30.000 puntos de soldadura. La estatua pesa de 340 kilos, y las ruedas están conformadas por cerca de 4.500 tornillos soldados uno por uno, mientras que el cuerpo del piloto fue armado con restos de guardabarros y puertas de autos de los años ‘50.
Pero antes, en el notable museo del autódromo termense, donde hay una importante colección de autos y motos, éstas últimas restauradas por el especialista Patxi Otaño, hay una armada por el restaurador que le fue obsequiada a Valentino y éste la donó al museo. Hoy, se la pone en marcha y los fanáticos se filman y sacan fotos con ella.
Valen, como lo llaman casi como si se tratase de un familiar, incluso le dio su “bendición” a una pareja argentina, Romina Maciel y Ángel Gutiérrez, para que se casara tiempo atrás.
Pero la figura de Valentino no es importante solamente para la gente de la tribuna. En todas las categorías del campeonato mundial de velocidad –Moto3, Moto2 y MotoGP- no hay ningún otro piloto que siquiera iguale su estilo. Y esa es una poderosa arma que los organizadores tienen en cuenta a la hora de mantener el atractivo sobre la especialidad. Casi como sucedía con Ayrton Senna.
Un ejemplo: la proporción de seguidores de Rossi respecto de Marc Márquez, actual campeón en MotoGP, es en la Argentina, estimativamente, de 10 a 1.
Claro, eso también se concreta en el merchandising (remeras, gorras, buzos relojes, bufandas, etc.) con las imágenes del ídolo –su nombre, su cara, el 46 que lo identifica-, que se comercializan en la tienda oficial del MotoGP. Sus productos cotizan entre 10 y 20 % más que los de cualquier otro corredor. Y en la última feria de la moto de Milán, en noviembre pasado, el stand azul y amarillo era uno de los más grandes. Un fenómeno.