Este anestesiólogo nunca había manejado moto y la descubrió “de grande”. Y también la facilidad para hacer amigos. Planea festejar sus 70 años con un viaje a la Patagonia.
El desafío se lo planteó el dueño de una concesionaria de motos en Puerto Madero. “Si das una vuelta manzana te llevas la moto y me la pagás cuando podés”.
El hombre nunca había manejado una. La única aproximación a las 2 ruedas eran sus paseos en bicicleta los fines de semana. El comerciante le explicó dónde estaba el acelerador, cómo se hacían los cambios y cómo frenar. Así salió del local. Logró dar la vuelta aunque en primera porque no se animó a pasar a segunda.
Pero le gustó y se la llevó. Era una Triumph Scrambler usada. Cuando llegó con el nuevo vehículo a su casa, tanto su esposa como sus hijos no le dijeron nada. No fue indiferencia. Simplemente respetaron su decisión.
Los que sí se encargaron de opinar, juzgarlo y hasta criticarlo fueron sus compañeros de trabajo y algunos conocidos. Claro, los médicos de la Fundación Favaloro no entendían cómo un anestesiólogo de entonces 68 años, serio, respetado por su pares, bisnieto del escritor, político y pensador argentino
José Manuel Estrada, y que nunca había andado en moto podía comprarse una y, encima, usarla todos los días.
El doctor Miguel José Nicolás Estrada, a punto de cumplir 70, cuenta que “la moto siempre me atrajo pero por mi trabajo muchas veces veía las consecuencias
de los accidentes. Y, además, debía dar el ejemplo por la tranquilidad de la familia”.
En la Fundación no todo fueron cuestionamientos. Tuvo como aliado a Jaime Olivares, un anestesiólogo colombiano que también se compró una moto (BMW 1200 GS aguatera). Así, juntos buscaron instructores por Internet que los preparasen para rendir el examen de manejo y tener el registro. “Si hasta nos compramos los conos para practicar. Pero me pasó lo peor, recibí tres bochazos. Ni siquiera cuando era estudiante de medicina reprobé un examen”, recuerda
Estrada con cierta vergüenza. Ya con el registro para más de 300 cc el médico redobló la apuesta y decidió cambiar su moto. En su adolescencia, Estrada había
quedado impactado por la película “El gran escape”, de 1963, en la que Steve McQueen intenta escapar de los nazis con una Triumph T6 a través de la campiña haciendo un salto espectacular sobre una valla. En ese momento afloró el recuerdo de la película de McQueen y hace unos meses cambió la Scrambler por
una Bonneville T120 Black 0km, un ícono de la marca inglesa.
Hoy, Estrada y su compañero de aventuras van juntos con sus motos a todos lados, incluso viajes cortos los fines de semana. Algunos, risueñamente, los llaman la “banda del barbijo”, por su profesión. Estrada agrega: “Para mí, salir con la moto es estar en un constante contacto con la naturaleza, mucho más que con la bicicleta. Pero creo que esa sensación sólo la puede comprender el que anda en moto. Lo mismo que sentir el ruido del motor, es algo muy especial”.
Como quien descubre una nueva manera de explorar el mundo, este anestesiólogo también rescata de sus salidas otra sensación muy de la moto, la facilidad para hacer amigos, mucho más genuina que por Facebook.
“Algo que nunca había experimentado es esa mágica confraternidad que se establece inmediatamente con absolutos desconocidos por el
sólo hecho de viajar en moto. Un vínculo que muchas veces continúa de manera asidua por mail. Eso me parece increíble”, cuenta con asombro y, al mismo tiempo, fascinación este hombre que celebrará sus próximos 70 años con un viaje en moto a la Patagonia.